En la actualidad existe una nueva concepción de base biológica sobre el autismo como una discapacidad madurativa con un sustrato neurológico y con un componente genético.
Es, en sentido estricto, un conjunto de síntomas y puede asociarse a muy diferentes trastornos neurobiológicos y a niveles intelectuales muy variados.
La definición actual se basa en los criterios del DSM-IV (Manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales) publicado por la Asociación Norteamericana de Psiquiatría (4º edición); resumiendo estos criterios diremos que: todos los autistas presentan tres categorías generales de deterioro del comportamiento:
El trastorno se inicia a edad temprana generalmente dentro de los 3 primeros años de vida.
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El autismo clásico con todos estos síntomas aparece en aproximadamente 4 por cada 10.000 niños. En la actualidad se ha definido el llamado "espectro completo del autismo" (Lorna Wing de Londres) en el que se han incluido niños con síntomas más leves. Si se incluyen estos niños, la frecuencia aumenta hasta 21 niños por cada 10.000.
Es más frecuente en niños que en niñas: por cada 3 ó 4 niños, 1 niña.
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Describiremos los síntomas que aparecen en los tres aspectos del deterioro del comportamiento que hemos planteado en la definición:
Los niños autistas tienen además una "adhesión compulsiva" a rutinas y rituales, muchos de los trastornos del comportamiento son causados por la ruptura de las rutinas.
Si el niño con autismo no comprende a los demás, ni se interesa por ellos, no puede disfrutar de los juegos imaginativos, ni con el intercambio de ideas con otras personas, no puede integrar experiencias pasadas y presentes para planificar el futuro, lo único que le queda es repetir las actividades que le proporcionan placer.
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Primero es necesario tener un diagnóstico de sospecha que deberá hacerlo el pediatra, basado en la información que recibe de los padres y en su propia observación y a continuación deberá ser enviado al psiquiatra o a unidades específicas con experiencia en autismo, donde realizarán el diagnóstico definitivo. Será importante saber si el niño es realmente autista o si tiene retraso mental sin autismo o una hipoacusia (no oye) u otros trastornos del lenguaje y aprendizaje.
El diagnóstico debe realizarse antes de los 3 años y para ello ha demostrado ser de utilidad el cuestionario CHAT (Checklist for Autism in Toddlers) que está ideado para utilizarlo a los 18 meses de vida, momento en el que la mayoría de los padres ya están preocupados por el retraso del lenguaje o desarrollo social de su hijo. Este cuestionario tiene dos partes: una de ellas se basa en las preguntas a los padres y la otra en la observación del pediatra.
Actualmente, la mayoría de los niños se diagnostican hacia los 6 años.
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La evolución varía considerablemente: algunos de ellos continuarán necesitando algún tipo de asistencia cuando sean mayores, un grupo adquirirá gran independencia funcional y algunos parecen "superar" el autismo con la edad.
El pronóstico será peor si el niño tiene un cociente intelectual no verbal bajo y si no ha iniciado un lenguaje con significado antes de los 5 años. La mayoría de niños autistas mejora en áreas de función social y lenguaje y disminuye sus conductas repetitivas y estereotipias a medida que crece. Es frecuente que se produzca algún retroceso en la pubertad, que en muchas ocasiones es temporal.
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Como en todos los enfermos crónicos, ha de realizarse un tratamiento de los síntomas y complicaciones del niño y un apoyo a la familia que permita la mejor calidad de vida posible de ambos. Los aspectos específicos del tratamiento de los síntomas son:
1) Manejo del comportamiento: consiste en establecer un programa eficaz de entrenamiento de comportamientos, aplicando la psicología conductista. El objetivo principal es estimular los comportamientos deseables y limitar los indeseables. Los padres y educadores deberán ser entrenados para poder realizarlo.
2) Enfoque educacional: favoreciendo el desarrollo del lenguaje comunicativo y las aptitudes sociales para lo que las escuelas a las que acuda el niño, deben estar dotadas de material y personal adecuados, el objetivo a largo plazo es que el niño se desenvuelva de la manera más eficaz y cómoda posible en el ambiente menos restrictivo.
3) Farmacoterapia: los medicamentos se reservan para los niños que no responden a otros tipos de tratamiento o que presentan otros síntomas asociados.
4) Apoyo a la familia: en la actualidad los profesionales que están correctamente preparados para realizar este apoyo son pocos. La mayor parte de los pediatras no se ha visto nunca a lo largo de su vida profesional en la necesidad de atender un niño autista por lo que sus conocimientos inicialmente no son amplios, a pesar de esto, podrán y deberán en el momento en que lo necesiten informarse para poder trabajar adecuadamente con las familias de estos niños. El mayor apoyo pueden recibirlo de los especialistas implicados en el tratamiento del niño (psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales y educadores) y de las asociaciones de autistas y padres de niños autistas. Es en estos momentos fundamental el trabajo desarrollado por estas asociaciones, será seguramente gracias a las presiones que ejerzan sobre los organismos oficiales y los profesionales implicados, unido a los avances científicos, lo que pueda mejorar el pronóstico a largo plazo de estos niños.
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